Mariví Calvo y Sandro Tothill han visto reconocidos sus casi 30 años de creaciones, que unen diseño, artesanía, nuevas tecnologías y sostenibilidad, en LZF Lamps, con el Premio Nacional de Diseño a la ‘Empresa’. Con sus emblemáticas lámparas artesanales de madera, concebidas como verdaderas obras escultóricas, al tiempo que funcionales, LZF Lamps fue pionera en la introducción del ecodiseño en todo el ciclo productivo y, en los últimos años, ha incorporado otros materiales respetuosos con el medio ambiente, como el vidrio.
El jurado del galardón, concedido por el Ministerio de Ciencia e Innovación, destaca «su capacidad por desarrollar, de forma exitosa, una estrategia empresarial centrada en el diseño, la creatividad y la sostenibilidad medioambiental, con una gran carga emocional y conceptual que se traduce en una alta calidad percibida y funcional de sus productos».
Con motivo del acto de entrega de los Premios Nacionales de Innovación y Diseño 2020, entrevistamos a Mariví Calvo.
"Nos preocupamos por hacer un producto funcional, comprensible, agradable, ecológico, pensando siempre en cuidar de los demás y de nuestro entorno"
¿Qué significa para LZF Lamps recibir el Premio Nacional de Diseño?
Un reconocimiento al trabajo que hemos estado haciendo desde hace 27 años, siempre con una visión global, pero desarrollado a nivel local, generando empleo con la artesanía local, un sector que se ha ido quedando sin trabajo en los últimos años.
Nos interesa crear piezas intemporales, fuera de la moda, objetos que inspiren y que sorprendan, que sean amables, que provoquen alguna emoción. Casi siempre hemos hecho lo que creíamos que teníamos que hacer. Una forma no solo de trabajar, sino de aprender trabajando. Para ello, desarrollamos procesos en los que colaboramos con otros profesionales y artesanos, pensando cómo crear cada proyecto para que sea especial.
"En cada proyecto, nos rodeamos de profesionales y artistas que nos ayudan a situarnos en el momento cultural en el que estamos y, gracias a ellos, aprendemos"
Uno de los factores distintivos de LZF Lamps es ese proceso creativo propio, en el que habéis contado con colaboraciones de todas las disciplinas, con proyectos singulares y propuestas con gran identidad.
Sandro es músico y yo, pintora y escritora. Esto nos lleva a una forma de razonar que nos diferencia de una empresa típica. Nos preocupamos por hacer un producto funcional, comprensible, agradable, ecológico, respetando a las personas y el medio ambiente, pensando siempre en cuidar de los demás y de nuestro entorno. Y creemos que el trabajo tiene que ser agradable. Nos hemos rodeado de muchos profesionales y artistas, escritores, arquitectos, iluminadores de cine, poetas,… gente que nos ayuda a situarnos en el momento cultural en el que estamos y, gracias a ellos, aprendemos.
De hecho, LZF Lamps nació como un proyecto con colaboradores y siempre hemos mantenido esta forma de trabajo. En 1994, en nuestra primera exposición, ‘Luzifer’, invitamos a muchos artistas y creativos, a nivel nacional e internacional. Era un happening, que estaba muy de moda en Estados Unidos. La única regla era utilizar una bombilla y un trozo de madera. A partir de esa exposición, en la que se nos olvidó la parte comercial, con 36 artistas y 200 lámparas fabricadas por nosotros, pensamos que podíamos venderlas. Nos dejaron el portal de uno de los palacios que hay en la calle Caballeros (València). Sacábamos por la noche las lámparas a la calle y vendimos un montón. Unos chicos que conocimos a raíz de esto, nos invitaron a ir a un evento en Madrid y un abogado de Mallorca que estaba haciendo un hotel nos encargó 600 lámparas con lo que tuvimos que pedir ayuda a más artistas. Empezamos a trabajar y mejorar el material y nos pusimos a producir.
Los trabajos en colaboración suelen extenderse durante varios meses o años. Siempre intentamos aprender de la gente con la que colaboramos.
¿Nos puedes hablar de algún proyecto que sea especialmente significativo para vosotros?
La pieza más emblemática en estos momentos es KOI -carpa de luz y madera de más de tres metros, inspirado en los peces voladores de ‘El Jardín de las Delicias’ de El Bosco-, nos costó casi cinco años finalizarlo. Aunque en este tipo de proyectos, no importa el tiempo. Empiezan por una pequeña acción y, cuando vamos añadiendo con el equipo, se va transformando en algo en lo que todos creemos y en lo que todos queremos participar. KOI se generó a partir de la presentación de la lámpara Ágata en una feria en Nueva York. El stand estaba en blanco y ponía ‘Ready to paint’ -llamamos a cinco grafiteros maravillosos- y trabajamos con paneles curvos de «Koi fabric», trocitos de madera, que creaban una especie de mar o de escamas de peces. La artista Inocuo The Sign nos propuso hacer una película en motion graphics. Empezó a dibujar el pez y, al año siguiente, dimos un paso más con la película ‘The koi for LZF’, que se presentó en la feria Euroluce de Milán en 2011.
El siguiente reto, fue transformarlo en lámpara. El diseñador MacDiego nos puso en contacto con el artista Manolo Martín, que está especializado en creaciones con bareta (listones de madera finos y flexibles, que permitan crear diferentes formas). Trabajó el esqueleto, que se recubrió de decenas de piezas de chapa de madera natural y se incorporó tecnología led. El resultado final lo alcanzamos en 2015. A partir de ahí, hemos trabajado en otros proyectos junto a Manolo Martín.
Como ejemplo de otros trabajos anteriores, invitamos al poeta Carlos Grassa Toro a que escribiera tres cuentos y le dimos el sentido al final. Una mujer en su ventana imagina las vidas de otras tres mujeres que ve desde allí, en el contexto de Estados Unidos en los años 50, durante el atardecer, que es cuando las lámparas empiezan a tener protagonismo. Sobre ello, trabajamos con un estudio de fotografía que hacía un retoque muy personal que nos llevaba, también, a los años 50. El resultado fueron tres historias maravillosas, por las que nos concedieron varios premios, entre ellos, el Premio de Arte Contemporáneo de Chicago.
Tres años antes, también recibimos varios galardones por la campaña de la High Fidelity Collection, basada en la música. Usamos piezas de discos, en las que, por la parte de atrás, aparecían las lámparas. Un compositor de Los Ángeles, escribió 12 canciones para 12 lámparas, y trabajamos con el fotógrafo Emilio Lecuona.
Uno de los puntos que el jurado del Premio Nacional de Diseño destaca es «la gestión sostenible y climáticamente neutra de todos los recursos de que hace uso». Podemos decir que sois pioneros en ecodiseño, que aplicabais esta metodología incluso antes de que existiese el término. ¿Qué os llevó a este modelo?
Solo trabajamos con materiales como la madera y otros respetuosos con el medio ambiente. Fue importante descubrir las plantaciones de bosques, de donde procede la madera, que aseguran la cadena de custodia controlada. Intentamos siempre ser lo más sostenibles posible. Vamos investigando y sustituyendo partes del proceso y materiales por otros menos contaminantes como embalajes de cartón, alternativas al plástico…
Al principio, trabajábamos con resinas, cosa que requería mucha elaboración y, además, era complejo de manejar. Estuvimos casi dos años investigando, junto con un diseñador con experiencia, José María Garrido, diferentes procesos que pudiésemos aplicar para que evitar desperdicio y también, roturas en la fina madera. Logramos desarrollar un proceso que tenemos patentado para manipular la madera.
Además, siempre usamos tecnología LED, más sostenible y eficiente.
A pesar de ese protagonismo claro de la madera, LZF Lamps ha utilizado, también, otros materiales. ¿En qué ámbitos habéis experimentado?
Como hemos comentado, para cada colección nos apoyamos en un equipo colaborador externo, y este año queríamos trabajar con nuevos materiales, como cristal. Buscando trabajadores de la artesanía cuya técnica estuviera a punto de desaparecer, conocimos a un maestro artesano del vidrio que tiene una técnica particular de soplado. Cada pieza que hace es diferente. Hicimos una colección de cristal y con ella hemos conseguido dos premios en Nueva York.
El diseño valenciano vive un momento de gran visibilidad y proyección, la designación de Valencia como Capital Mundial del Diseño en 2022. ¿Qué esperas que suponga a medio y largo plazo?
Ahora mismo hay un montón de profesionales del diseño de la Comunitat Valenciana con una proyección internacional muy potente. Se ha estado trabajando durante muchos años en silencio, de forma personal, como hemos podido, ahora la Capitalidad podría ser el impulso que se necesita. Existe una gran trayectoria profesional en nuestro territorio y mucho trabajo realizado y hay que sacarlo a la luz.
En la Comunitat se han perdido muchos artesanos en los últimos años; los hemos dejado abandonados y es una pena. Ahora existe la concienciación de hacer las cosas con una visión global-local y con enfoques en la sostenibilidad, la economía circular… Se empieza a ver como una oportunidad no solo de negocio, sino de posicionamiento internacional y de aportar valor para todas las personas.